Crónica Las Palmas 2017: "El otro lado de la esperanza" la otra Europa.

Autor: Álvaro Augusto

Alboroto y alegría, regresó Kaurismaki tras cincos años de ausencia. Y lo hizo en el pasado Festival de Berlín, donde obtuvo el premio a mejor director. Y, ahora, lo hace en la Sección Oficial del Festival internacional de Cine de Gran Canaria. Esta mañana hemos podido ver "El otro lado de la esperanza", una cruda visión de una Europa tan atractiva en su superficie como deshumanizada y llena de odio en su interior. Un alegato a favor de la solidaridad que, como ya hiciera en la extraordinaria "El Havre", poco tiene que ver con el cine social de denuncia al que estamos acostumbrados. En el fondo, la película es una fábula, una farsa tan demencial como fascinante, un cuento con moraleja pero vacío de mensaje, donde el humor y el absurdo se convierte en la mejor forma de reflejar nuestra realidad. Y, tal vez, sea la única forma posible de hacerlo.

¿De qué va?

A la ciudad de Helsinki, capital de Finlandia, llega oculto un joven refugiado sirio, Khaled. Huyendo de la guerra, ha perdido a su hermana por el camino. Decidido a instalarse en el país, solicita asilo. Paralelamente,  Wikhström, fatigado de la vida que lleva, decide romper su matrimonio, vender su negocio y abrir un ruinoso bar, en donde trabaja un particular y cómico trío de camareros. Los caminos de ambos colisionarán inesperadamente, y  Wikhström decidirá ayudar a Khaled ofreciéndole comida, techo e , incluso, medios para que pueda encontrar a su desaparecida hermana.

¿Quién está detrás?

Pocos directores poseen una visión tan única y personal como Aki Kaurismäki. Su estilo, que mezcla el ascetismo y la economía de medios propia de Robert Bresson con el cine de Rainer Werner Fassbinder y con un humor que bascula entre lo tierno y lo absurdo, ha sido aplaudido y celebrado por críticos y público. Si quieren averiguar la razón de tal devoción y admiración, en nuestra plataforma podrán encontrar los títulos más destacados de su filmografía, desde la ya mencionada "El Havre" a "Juha", pasando por "Contraté un asesino a sueldo" o "Sombras en el paraíso".

¿Quién sale?

El actor sirio Sherwan Haji da vida a Khaled, el refugiado sirio que se topa con el lado menos amable y más sórdido de Europa, ese lado por el que caminan los skinheads, el racismo, el cierre de fronteras, la insolidaridad y el más descarado populismo. Mientras, un actor como Sakari Kuosmanen, con el que ya estamos familiarizados todos los seguidores del cine del director finlandés, encarna al sobrio e imperturbable vendedor de camisas que decide dejarlo todo para iniciar una alocada aventura en el mundo de la restauración. Por último, para mayor alegría de los fanáticos, en la película también contamos con la aparición de la actriz fetiche de Kaurismäki, Kati Outinen.

¿Qué es?

El ecuador de una trilogía que se inició hace seis años con "Le Havre". Una desternillante y satírica historia sobre Europa, sobre la realidad del viejo continente, narrada con ternura, con un humor que bordea el absurdo y con el estilo, marca de la casa.

¿Qué ofrece?

Una película tan triste como divertida que, al final, emerge como la más perfecta radiografía de nuestro tiempo. De una Europa quebrada e insolidaria, en donde el nacionalismo y la persecución hacía lo diferente vuelve a ser -como ya lo fuera en el más aciago de nuestros momentos- norma. Una Europa que hace poco perdió la batalla, afortunadamente, en Holanda y que se retará de nuevo en las urnas francesas en escasas semanas, con, hasta ahora, incierto resultado. Frente a esa Europa racista y excluyente, se encuentra el cine de Kaurismäki, un cine que suele ser un canto a la solidaridad y al respeto a la dignidad humana. Como él mismo afirmó en rueda de prensa en la Berlinale, con su habitual y sutil sentido del humor "Soy muy modesto. Quiero cambiar el mundo, pero como no tengo dinero, me conformo con cambiar de momento Europa". Ojalá lo consiga. Mientras, sigamos disfrutando de estas pequeñas joyas, de estos tragicómicos cuentos, donde la risa más que alivio se convierte en doloroso elemento, donde el cineasta expresa lo máximo con lo mínimo, con lacónicos personajes y una depurada economía de medios. No esperen, tampoco, pomposos ni rimbombantes discursos. Aquí las lecciones se ofrecen bajo la apariencia de lo sencillo, de una historia tierna, cargada de un humor surrealista. Pero al final no olviden que habla sobre lo que somos. O lo que queremos llegar a ser. Siga haciendo cine señor Kaurismäki. Europa le necesita. Esta, y la otra.


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