“She Dies Tomorrow” tanatofobia
¿Y si obsesionarse con la muerte fuera contagioso? La actriz y cineasta Amy Seimetz regresa tras las cámaras 8 años después de su inquietante debut “Sun Don’t Shine”. Filmin llevó con gran éxito a la Sección Oficial de Sitges uno de los títulos más esperados del certamen que acabó por alzarse con el Premio del Jurado Joven. Toda una sensación del indie americano que llega ahora a cines para pasar un Halloween de miedo vírico.
¿De qué va?
Amy tiene un mal presentimiento: está absolutamente convencida de que va a morir mañana. Cuando se lo cuenta a su amiga Jane, ésta trata de quitarle la idea de la cabeza, pero poco después ella empieza a tener esa misma sensación, como confiesa en la fiesta de cumpleaños de su cuñada. Y la cosa no va a terminar aquí
¿Quién está detrás?
Seleccionada en SXSW y estrenada directamente en VOD en Estados Unidos debido a la pandemia, la actriz y directora Amy Seimetz -presente también en “Archenemy”, otra de las grandes apuestas del festival- ha revolucionado el indie norteamericano con este cuento de terror donde explora nuestro miedo primario a la muerte y cómo este se puede esparcir como un virus.
¿Quién sale?
Una de las protagonistas de la escena post-mumblecore del indie americano, Kate Lyn Sheil se mide con intérpretes de la talla de Michelle Rodríguez, Jane Adams o Chris Messina.

¿Qué es?
Con ecos de "It follows" y el cine de David Cronenberg, una obra de terror clave en el fantástico norteamericano de 2020.
¿Qué ofrece?
Existen títulos que son producto de su tiempo. Como bien apuntaban los encargados de presentar el film ante la entregada audiencia del Melià -come aparte, el hilarante video introductorio de Amy Seimetz y Kate Lyn Sheil-, “She Dies Tomorrow” se ha convertido, sin quererlo ni beberlo, en uno de los adalides de la era covid-19. Desde los ojos de personaje absolutamente roto por traumas del pasado, esto es una autodestructiva relación con el alcohol, se dibuja un recorrido viral en el que el un Kafkiano miedo a la muerte emerge como hilo conductor de una creciente e inevitable ansiedad social que hace plantearnos nuestra relación con lo que nos rodea.
Es en su vertiente más tragicómica, la deriva humorística que apela a la risa incómoda, aquella que va desde la gamberrada sobreactuada de "El Incidente", de Shyamalan, hasta el extrañamiento poético de "La Palabra", de Dreyer o el dislocado sentido del humor de las películas de David Lynch y Ari Aster, donde la segunda película de Seimetz realiza un salto al vacío cinematográfico en el que no cabe espacio para la esperanza. Donde la sordidez y la risa nerviosa emergen como fieles aliados para enfrentarse al presente.
A partir de un hábil juego de luces que recuerda a la tajante intermitencia de un semáforo -casi como una aguda metáfora del estricto control político que ejerce el poder en el ser humano-, Seimetz ha logrado inducir su cromático lenguaje poético en una comedia de género orgullosa de serlo. Todo un despliegue de talento visual en aras de indagar en el misterio de la exasperación, un gesto valiente que la convierte en una de las voces más interesantes del panorama. La vertiente experimental de intentar mostrar aquello que no se puede ser visto, tocado ni oído sirve de acompañante perfecto al sentimiento desangelado y profundamente melancólico que marca el fatídico año que llevamos a nuestras espaldas. En última instancia, como hacía David Robert Mitchell en la magistral “It Follows”, se trata de intentar dotarle de cuerpo al miedo.
