Crónica Atlántida 2020: "Cuidado con los Niños" la fuerza del cariño
Seguimos con nuestras crónicas de las proyecciones de Palma de Mallorca dentro de este Atlántida Film Fest 2020. Es el turno de "Cuidado con los Niños", el emocionante y austero drama del cineasta noruego Dag Johan Haugerud. Un título que reflexiona sobre el panorama político europeo actual a raíz de una tragedia de lo más cotidiana. Este exhaustivo film cosechó numerosos adeptos en el pasado Festival de Venecia, donde fue calificada por la crítica como una obra maestra
¿De qué va?
Durante una pausa en la escuela, Lykke, de 13 años, hija de un destacado miembro del Partido Laborista, hiere gravemente a su compañero de clase Jamie, hijo de un político de alto nivel de la derecha. Cuando Jamie muere más tarde en el hospital, las versiones contradictorias de lo que realmente sucedió corren el riesgo de empeorar una situación difícil y traumática. ¿Fue sólo un juego inocente? Liv, la directora de la escuela y amante secreta del padre de Jamie, debe encontrar la fuerza para enfrentarse a una comunidad en apuros, y a sus propias emociones altamente conflictivas.
¿Quién está detrás?
A Dag Johan Haugerud (cineasta y novelista) siempre le han interesado las distintas coyunturas que puedan surgir a raíz de conflictos a escala humana, lo que le convierte en uno de los bastiones más irreductibles del humanismo en el cine escandinavo, bien apartado del cinismo imperante, claro está. Ya en su premiado cortometraje “Fornication” (2000), el noruego conformaba con maestría un aparato indulgente respecto a una problemática que a tantos y tantos cineastas no les hubiera templado el pulso a la hora de subirla de tono para llegar al terreno de lo escabroso y falazmente provocativo. “Cuidado con los Niños” es su tercer largometraje.
¿Quién sale?
Sin duda el valor noruego interpretativo está en una posición envidiosa. Su presencia en todo tipo de películas y series de TV por todo el globo dan fe de ello. Y aunque bien es cierto que algunos rostros conocidos se presten a este humilde film de corte teatral, descubrimos como la magnética (y desconocida) presencia de Henriette Steenstrup, la ambivalente directora del colegio, impregna cada fotograma de su candidez innata, algo que contrasta con la otra gran baza actoral del film, el rígido Thorbjørn Harr (los espectadores lo recordarán de la serie “Vikings”), cuyo estallido emocional tras una actitud comprensiblemente áspera es digno de aplauso.
¿Qué es?
Un reflejo de la situación de desamparo político que asola a Europa a través del prisma de lo cotidiano y lo emocional.
¿Qué ofrece?
Desde su victoriosa presentación en la “Jornada de los Autores” de Venecia, se han escrito ríos de tinta sobre la voluntad eminentemente humanista de “Cuidado con los Niños”. Y es que, aunque pueda parecer anodino por los tiempos que nos ha tocado vivir; de odio exacerbado y de mínimo decoro político, es una palabra que se usa frecuentemente a la hora de abordar algunas corrientes cinematográficas recientes, lo que nos indica que hay una posible esperanza (“Lazzaro Felice” o el último cine de Hirokazu Kore-Eda son buenos ejemplos de resistencia hacia lo posmoderno). Quizás esto venga dado por la necesidad de un salto de fe colectivo, de un anhelo, por algo que debería venirnos dado.
A pesar de que la premisa que él mismo propone no se lo ponga fácil, Haugerud aboga con ahínco por dicho salto de fe, porque sabe que es necesario plantearse cuestiones mayores a una escala humana y nunca dejar atrás a los niños, quienes, en el fondo, no dejan de ser reflejos de las peores y mejores actitudes adultas. En ese sentido, argumenta que la violencia es una cuestión compleja y sujeta a mil confluencias, y que, como tal, se debe educar sobre ello.Por ese motivo, esgrime que la venganza y la deshumanización son irreversibles. Haugerud retrata con atino las instituciones educativas escandinavas, tan poco cuestionadas y tan admiradas gracias a la aparente calidad de su estado de bienestar. Comprende que las responsabilidades colectivas deben pasar por el debate, el cariño, el raciocionio y, ante todo, la calidad humana. Nunca ceder al odio ni a un panorama maniqueo de lo que se supone que es “justo”. Son llamativos y descorazonadores los escasos instantes del film en los que se condena a la niña de forma violenta. Una niña que, en el fondo, está pasando por un proceso de lutoen el que trata de penetrar y comprender el acto atroz que ha llevado a cabo por accidente.
Por su parte, pervive una convivencia formal y temática muy enraizada en la búsqueda de la participación del espectador. Prevalece el plano fijo, distanciado, analítico, dirimiendo cualquier juicio de valor para hallar así una mirada cómplice y democrática. Porque Haugerud sabe que tomar cierta distancia no implica por ende una pasividad per se, más bien invita a mirar con detenimiento, a reflexionar sobre nuestro entorno. Por otro lado, resultan conmovedores los accesos a virtudes más experimentales que responden a usos del color no normativos (late la herencia colorista del melodrama clásico de Henry King y las entradillas de “West Side Story” de Robert Wise) y en concreto a una secuencia de montage que persigue los sueños de aquellos que están durmiendo. Un festín de planos cenitales y luces intermitentes que remiten directamente al inicio de “Stalker”, de Andrei Tarkovski. Imágenes sobre las que descansa el dolor de una tragedia y que a la vez auguran la tormenta que está por llegar. No obstante, es un acto de paz, la gestación de una misericordia que predominará en todo el film. El nacimiento de una mirada divina que nos pone a todos en el mismo lugar. En definitiva, “Cuidado con los Niños” supone una película cuya ingenuidad y fe en la vida es verdaderamente desarmante y extremadamente poderosa.