"Knight of Cups" la sinfonía del vacío por Terrence Malick

Autor: Joan Sala

Cinco años después, por fin podemos ver en nuestras mejores pantallas la séptima película de Terrence Malick"Knight of Cups", recuperada del olvido gracias a los compañeros de Avalon, que preparan un estreno simultáneo entre cines y plataformas de las dos últimas obras inéditas en nuestro país del genio norteamericano. La próxima será "Song to Song", el 25 de septiembre. 

"No quieres amor, quieres amar la experiencia". Es la frase que en un momento dado surge de la voz interior de Christian Bale, y es también la clave que nos abre las puertas de una creación destinada a sentirse y experimentarse, mucho más que a simplemente retratar o narrarse. Con el peligro de la fama y el éxito en Hollywood como principal filón y ¿sugerente? ¿temeraria? ¿triunfal? carta de presentación, "Knight of Cups" es todo un rey de copas que en este caso, también pinta oros.

¿De qué va?

Rick (Christian Bale) trabaja en Hollywood y ha llegado a la cima del mundo. Tiene todo lo que un hombre puede desear y, sin embargo, se siente vacío. En su viaje de autodescubrimiento se encontrará con su padre y su hermano, con su exesposa (Cate Blanchett) y su amante (Natalie Portman) y con varias mujeres que parecerán conocerle mucho más que él a sí mismo.

¿Quién está detrás?

Con su séptima película, Terrence Malick confirmó su incursión, radicalmente experimental, en una nueva etapa de su obra que continuó en "Song to Song". Lejos quedaron los días de cielo, de delgadas líneas rojas o malas tierras. 

¿Quién sale?

Una constelación de estrellas que en este caso no brillan, no porque no quieran, o por que no puedan, si no por que no toca. Por "Knight of Cups" desfilan, prácticamente sin mediar palabra, Christian Bale, Imogen Poots, Natalie Portman, Cate Blanchett, Wes Bentley, Freida Pinto, Brian Dennehy, Antonio Banderas (como ostentoso star latino), Armin Mueller-Stahl (como el cura que no podía faltar) y Ben Kingsley (quién presta su voz a la narración y por lo tanto, es prácticamente el único que habla). Sin embargo, el actor principal no es otro que el rostro desaparecido: Terrence Malick.

¿Qué es?

La sinfonía del vacío como jamás la hemos sentido.

¿Qué ofrece?

Una inmersión esotéricamente radical, prácticamente experimental, hacia las más remotas profundidades del vacío existencial. Está claro que "Knight of Cups" guarda muchos paralelismos, en cuanto a fondo y forma, a sus dos predecesoras, aquellas que atestiguaron y confirmaron el contundente cambio de rumbo que dio la obra de su director entre "To the Wonder" y "Song to Song". Si la monumental "El Árbol de la Vida" divagaba sobre la humanidad y la divinidad, la errática "To the Wonder" sobre la religión y el amor, la genial, fascinante y absorbente "Knight of Cups", ha pasado a hacerlo sobre el vacío, nada más que el vacío, y es precisamente aquí, donde se abastece del anárquico caldo de cultivo que, de forma tan embriagadora como estimulante y seductoramente extrema, confirmó su definitivo giro. 

Está claro que estamos ante un ejercicio inevitablemente manierista, aunque también de gran calado espiritual y existencial, además de indiscutiblemente estético. Pero ante todo, estamos ante una sinfonía introspectiva y cinemática de gran valor artístico, cuya base no es el guión, tampoco sus personajes (que de hecho, no hacen más que posar y deambular, sin prácticamente mediar palabra) ni su inspirado e incipiente metadiscurso (que tiene a las estrellas y estrellados de Hollywood como principal objetivo). Su verdadera protagonista es su compleja realización, y ante todo, su innovador montaje. Su inmersión en el alienado cosmos urbano que representa Los Ángeles (incluso Las Vegas), contrasta con el flujo de arrebatadoras imágenes que intercalan la belleza eterna de la naturaleza. Una inabordable colisión que Malick es capaz de artícular con insólito éxito, provocando que pese a su montaje, ágil y frenético, la película logre suspenderse en un indeterminado tiempo y espacio, haciendo que el encadenamiento de planos (cuya duración nunca rebasan los cinco-diez segundos como mucho), emanen una cadencia y armonía (gran culpa de ello la tienen los constantes, sutiles y flotantes, movimientos de cámara) que se siente hipnótica, prácticamente narcótica. Son fragmentos de un vacío que se abstraen con latente poderío simbólico, tanto es así, que perfectamente adquirirían su significado sin el constante apoyo de la voz en off. La oscuridad de un hombre reflejada a través de la luz, el amor y la sensualidad traducidos en tormento y sufrimiento, la supuesta felicidad bajo el ostentoso y decadente artificio, y en definitiva, la infelicidad vista, percibida y sentida de forma cristalina, desde lo más profundo de un alma impresionista.

"Knight of Cups" fue odiada por muchos y amada por otros tantos, como es nuestro caso. Es su camino, por que si algo queda claro, tal y como Christian Bale confirmó en delante de la prensa en su pase en Berlín, es que "Terrence está en su propio viaje, haciendo su propio camino", y al igual que sus personajes, inevitablemente, o mejor dicho, necesariamente, lo hace embarcado en su particular deriva. De nosotros depende llegar a meta. 



Publica un comentario

unnamed

2 comentarios

amorah

Ojo a la maravillosa banda sonora de Hanan Townshend. Muchos de los temas, geniales .
Más que ojo, oído.

(Editado)