Crónica Indie & Doc Fest: "Ghost Walk" tipologías de lo fantasmagórico

Autor: Manel Domínguez Fuente: Filmin

En nuestro artículo en el que tribulábamos acerca de nuestras favoritas del Indie & Doc Fest ya ocupaba el estante más destacado. Y es que llega el turno del cine fantástico de asaltar este certamen. El desolador y sutil debut de la cineasta Yu Eun-jeong, "Ghost Walk" retrata la conflictividad generacional de la juventud surcoreana desde el subgénero de fantasmas. Un imperdible.

¿De qué va?

Hye-jeong trabaja en una fábrica en las afueras de la ciudad. Lo que más desea es poder vivir sola y en paz. Una noche, sin embargo, descubre que se ha convertido en un fantasma. Como fantasma, retrocede en el tiempo, día a día, y trata de mantenerse fuera de peligro. Mientras lo hace, vislumbra las penas y desgracias de sus vecinos y se da cuenta de que sus muertes están estrechamente relacionadas. 

¿Quién está detrás?

La joven directora Yu Eun-jeong, alumna aventajada de la prestigiosa universidad de la Universidad de las Artes de Corea. Tras una extensa y laureada carrera como cortometrajista -obtuvo sendos premios en el festival de Seoul-, “Ghost Walk” supone su debut en el largometraje.

¿Quién sale?

El reparto lo integran un conjunto de cuerpos que transitan por los confines de lo etéreo,  rostros gráciles que encarnan distintos ideales de juventud e infancia.

¿Qué es?

Un relato fantástico en la línea de “A Ghost Story” y “La Carreta Fantasma” desde la sobriedad meditativa del cine de Lee Chang-Dong y la cadencia sensorial de “Under The Skin”.

¿Qué ofrece?

Hacia el final de “Cuentos de la Luna Pálida”, se manifiesta un célebre e imitado gesto por representar aquello que se escapa de los confines de lo real, de lo esotérico, de lo fantasmal. Kenji Mizoguchi componía uno de los travellings circulares más arrebatadoramente hermosos de la historia del cine. En tan solo una imagen distendida por el tiempo y el espacio, Mizoguchi encapsuló la gramática que el cine guarda con aquellos que ya no están, pero que paradójicamente permanecen entre nosotros. Y es que si el autor japonés comprendió a la perfección que dicho vínculo espiritual debía partir de un pertinente aparato formal -en este caso un plano secuencia imposible-, la directora de “Ghost Walk” se apropia de esta tradición formalista de materialización de lo fantasmagórico a través de un entramado proceso montajístico. Echa mano de una idea cautivadora, que ya cultivaron Sjöstrom y Bergman, de acceder al concepto del fantasma para reescribir y revisitar tiempos pasados -un pasado inmediato, eso si-. Terminología eminentemente afincada en el espectro de lo tradicional. Para ello Yu brilla en la confección de un film que comienza deambulante y taciturno, en el que predominan los silencios y las tomas largas desde las esquinas de los espacios para acabar convirtiéndose en un frenético mind-game film.

Por supuesto Yu no pierde la oportunidad de circunscribirse en el gesto de lo fantástico como catalizador de lo real. Y es que en los primeros compases de “Ghost Walk” ya expone una cruda radiografía de la juventud surcoreana gracias a esa clínica atmosfera desangelada que envuelve a los aletargados personajes que por otro lado entronca con el camino trazado por Lee Chang-Dong en la magistral “Burning”. Un retrato iniciático de los problemas cercanos de una generación bisagra, prácticamente invisible, que vaga a tientas por los graves conflictos políticos y sociales que les plantea el presente. “Ghost Walk” se erige como un debut prosaico, lírico y arrollador que nos descubre a una cineasta camaleónica que bien podría definirse como una combinación sutil entre M. Night Shyamalan y Lee Chang-Dong.

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