"La Voz Humana" yo soy el amor

Autor: Joan Sala

Un cortometraje de apenas 30 minutos se erigió por derecho propio en una de las piezas más celebradas de la 77 edición de la Mostra de Venecia. Pedro Almodovar, Tilda Swinton y Jean Cocteau, con Rossellini en el retrovisor. Como para detenerse en su duración. "La Voz Humana" llega por fin a cines de la mano de Avalon y Wanda Vision. Por fin algo que celebrar.

¿De qué va?

Una mujer, guapa y elegante habla por teléfono con su amado, que comprende perdido; seguramente, será su último diálogo, pues sabe que él se casa al día siguiente.

¿Quién está detrás?

"La Voz Humana" significa el primer trabajo de Pedro Almodóvar rodado en inglés. El cineasta manchego hace nuevamente suyo un texto de Jean Cocteau que ya le sirvió de inspiración en anteriores obras como "La ley del deseo" o "Mujeres al borde de un ataque de nervios". De hecho, fue Roberto Rossellini el primero en llevar este mismo texto a la gran pantalla con su maravillosa "L'Amore"(1948), su otro gran referente.

¿Quién sale?

Camaleónica. Andrógina. Inclasificable. Con estos adjetivos cualquiera sabe que estamos hablando de Tilda Swinton. Encasillarla es imposible y su versatilidad la ha convertido en una de las grandes actrices de culto de nuestro tiempo. Desde mediados de los 80, la hemos visto interpretando a todo tipo de personajes: una vampiresa de más de tres mil años, ancianos, tanto hombres como mujeres, una estrella del rock y, quien sabe, si en un futuro, a su gran amigo David Bowie. Es una actriz que puede presumir de nunca haber hecho una audición para un papel: los guionistas y los directores realizan personajes pensando ya en ella. Y si su apariencia no presentase suficiente ambigüedad, el maquillaje y el látex completan la maquinaria de esta actriz todoterreno que no deja de sorprender con cada nueva interpretación que nos brinda. En este sentido, "La Voz Humana" no es tampoco la excepción. La actriz británica hace suyo el quimérico reto de tomar el relevo a una colosal Ana Magnani convirtiendo el desgarro en contención. Diferentes registros para un mismo resultado marcado por el carisma, la sobriedad y ante todo, el genio.

¿Qué es?

Un giro de 180 grados sobre "El Amor" de Rossellini. 

¿Qué ofrece?

En efecto, bien podríamos empezar por afirmar que el texto de Cocteau en manos de Almodovar sufre un giro de 180 grados sobre "El Amor" de Rossellini. Tanto en cuanto a forma como en cuanto a fondo. Y no por el mero hecho de cambiar París por Madrid, sino más bien por tornar la depresión en liberación, el desasosiego en regeneración. Es decir, el realizador manchego voltea "La Voz Humana" para hacer desembocar el tormento que impregna el texto de Cocteau en inesperado desahogo. Y por qué no. De hecho, hay un elemento de peso, como lo es la fuerza simbólica que en la adaptación de Rossellini tenía el propio teléfono fijo. Su cable como esa suerte de cadena que apresa a una enamorada que comprendía había sido traicionada; lo hacía sin coherencia, evocando el pasado, los días felices, aferrándose a la menor alusión de lo que cree puede ser una esperanza. En "La Voz Humana" de Almodovar sin embargo, su protagonista habla en todo momento desde unos AirPods con total libertad de movimientos. También desde el dolor y la depresión, pero también abrazando finalmente un creciente sentimiento de superación. Es su clarividente carta de presentación. Y es que, hete aquí otro de los significativos cambios, del plano fijo y la cámara estática que capturaba a Magnani pasamos ahora al constante movimiento de cámara que acompaña a Swinton, lo cual nos sugiere que el personaje está en transición hacia una nueva vida, una nueva etapa. Destacable también el carácter performativo que a nivel de forma adquiere esta estilizada a su vez que transgresora adaptación en manos del director de "Dolor y Gloria". Una propuesta que rompe la cuarta pared, que desnuda el artefacto para naturalizarlo, que destapa un supuesto apartamento de inconfundible sello almodovariano en lo que verdaderamente es: un set de rodaje. Un estudio que, pese a sus evidentes diferencias respecto al texto original, condensa asimismo su verdadera esencia, y esta no es otra que mostrar el sentimiento del amor como una indomable lucha interior, el deseo como un irresistible filón que puede llevar a uno a tambalearse al filo del mismísimo abismo. Pero ya se sabe que, tras la tormenta, muchas veces sale el sol. Lo dicho, por qué no. Son las cosas del amor.


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