"I Am Gen Z": O ellos o nadie
El hombre debe ser el único animal tan estúpido como para crear "cosas" que amenazan su propia existencia como especie, suerte de botón de autodestrucción disfrazado de complejo sistema o gran avance para la humanidad. No hablo de la bomba atómica (de tan obvio sería obsceno). Pensemos en la economía: sistema ideado para un intercambio justo y regulado de bienes y servicios entre personas, ha terminado por exagerar la desigualdad entre humanos hasta límites pornográficos.. Internet sería la segunda piedra en la que el hombre ha tropezado. Aparentemente, un avance tecnológico que ha cambiado incluso la semiótica de nuestra existencia, repleto de ventajas y facilidades para el día a día. Que Internet es una amenaza ya no lo grita únicamente el abuelo Simpson riñiendo a una nube; son incluso los más jóvenes los que han advertido la trampa que supone regalar a empresas, gobiernos y corporaciones toda nuestra privacidad a cambio de cuatro emoticonos y dos memes.
"I Am Gen Z" ilustra un panorama desolador en el que el mal menor inevitable (en palabras de Tim Kendall, ex directivo de Facebook y Pinterest) sería nada menos que una guerra civil en Estados Unidos. La política es solo una de las muchas esferas de lo social en las que las redes nos han atrapado cuál mosquito en una telaraña. Las leyendas urbanas y las fake news embrutecen el diálogo y expanden los polos hasta el punto de llevar a un hombre hasta una pizzería, armado con una metralleta, en busca de un harén pedófilo supuestamente dirigido por Hillary Clinton y el partido republicano.

Manipulación, adicción, atrofiamiento de nuestro cerebro, exacerbación de la confrontación... males que generan un clima de tensión a escala global similar al de la Crisis de los Misiles de Cuba de 1962: la altura de nuestro tiempo es que en cualquier momento todo puede saltar por los aires.
Y en esas nos topamos con los autodenominados Z, niños y niñas nacidos a partir de 1997, que encadenan una crisis tras otra, que se enfrentan a un mercado laboral agreste, al cambio climático y a una pandemia mundial. Lejos de caer en el desánimo (o quizás después de caer en él), la generación Z parece la primera que realmente cree en aquello de que "otro mundo es posible", que el cambio está en sus manos, y hace suyas las palabras de Greta Thunberg para adoptar un reto: Cumplir los 78 años pudiendo mantener la cabeza bien alta cuando sus nietos les pregunten qué hicieron para mejorar el planeta con el que se encontraron.