Crónica San Sebastián 2021: "Maixabel" Te doy mi perdón
Icíar Bollaín se acerca por primera vez al conflicto vasco con una película que ilustra cómo la población civil convirtió el proceso de paz en Euskadi en un caso envidiable de estudio mientrasalgunos políticos siguen empeñados en levantar la costra de una herida que deberían dejar cicatrizar.
DE QUÉ VA:
El 29 de julio de 2000, ETA asesinó al político del Partido Socialista de Euskadi Juan María Jáuregui. La muerte, 3 años antes, de Miguel Ángel Blanco había evidenciado a ojos de toda España y gran parte del País Vasco que la lucha armada había perdido todo sentido, si es que acaso lo tuvo alguna vez. Con el tiempo ETA cesará la actividad armada, despertando tensiones internas entre sus presos y una banda criminal cada vez más debilitada. Pero esta película no habla de "los victimarios", sino de las víctimas, en este caso de Maixabel Lasa, viuda de Jáuregui, que frente a la resistencia de los suyos va a liderar una organización de víctimas en la que los muertos del GAL se equiparan a los de ETA, y va a reunirse finalmente con dos de los asesinos de su marido, en un gesto encomiable que va a ser, ante todo, el mejor homenaje posible al carácter dialogante y conciliador de Juan María Jáuregui.
QUIÉN ESTÁ DETRÁS:
La actriz y cineasta Icíar Bollaín, una de las directoras más prolíficas de nuestro cine, ganadora del Goya a la Mejor Película en 2003 con "Te doy mis ojos". Bollaín es responsable de una filmografía ecléctica, con especial interés por el cine social, que ha viajado por el mundo (de Bolivia a Nepal) en busca de historias de denuncia que revelen la doble naturaleza del ser humano, capaz de lo peor pero también de lo mejor.
QUIÉN SALE:
Blanca portillo encarna a Maixabel Lasa, viuda de Jáuregui, mientras que Luis Tosar es Etxezarreta, miembro del comando que acabó con su vida. Atención al papel secundario, con probable nominación al Goya, de Urko Olazábal como terrorista arrepentido.
QUÉ ES:
Un posible anexo de "Patria" que aborda un tema que ya trató, con excelencia, la segunda temporada de la serie catalana "Noche y día", el de las reuniones entre familiares de víctimas de ETA y presos etarras, pilar simbólico del proceso de paz en Euskadi.
QUÉ OFRECE:
"Maixabel" arranca su metraje con una advertencia: a pesar de que la narración se basa en hechos reales, hay fragmentos que han sido ficcionados. Hay algo en ella de relato canónico, controlado, que dirige el film hacia un objetivo concreto, limando aristas, complejidades y puntos de fuga.
Hay una elipsis maravillosa que ilustra esta vocación de simplificación y condensación del relato: en su juicio, Etxezarreta, el etarra encarnado por Luis Tosar, es expulsado de la sala por intentar sabotear el proceso con sus gritos e insultos. Al darle la espalda al espectador, Etxezarreta aparece ya en una cárcel de Andalucia, en la que lleva tiempo encerrado. La última persona a la que ha mirado a los ojos en la secuencia anterior es su abuelo, presente entre la audiencia del juicio. La primera noticia que recibe en la nueva secuencia, ya en la cárcel, es que su abuelo ha muerto, y tiene permiso para asistir a su funeral en Euskadi. El recurso sin duda funciona, es de hecho una elipsis sensacional, pero a su vez revela el interés de la película por simplificar las cosas: en el plano del juicio, Etxezarreta se desgañita gritando que España es un Estado fascista; en el plano de la cárcel Etxezarreta ya ha empezado a arrepentirse de sus crímenes.
Icíar Bollaín adopta el punto de vista menos problemático. Nos habla de víctimas generosas, ejemplares, y de presos retractados, compungidos por sus actos. Elegir esta y no otra historia sirve para elevar un proceso de paz, el vasco, que se ha forjado gracias a la voluntad de su sociedad, mientras algunos dirigentes políticos siguen a día de hoy ondeando la bandera del conflicto para no perder del todo a la gallina de los huevos de votos.
Con todo, resulta problemático hablar de un conflicto borrando las huellas del conflicto. Las voces discordantes de la película son ruido de fondo frente a la determinación de Maixabel y la transformación de Etxezarreta solo se explica por el paso del tiempo. En ese relato de hechos "reales y ficcionados" la película nos regala una última secuencia de enorme emotividad que ejemplifica la propia voluntad del film: representar una única realidad posible en la que víctimas y victimarios miran en armonía al futuro tratando de enterrar el pasado.