Crónica San Sebastián 2021: "Earwig" Lo que hacemos en las brumas

Autor: Gerard Cassadó

Crónica San Sebastián 2021: "Earwig" Lo que hacemos en las brumas

El cuarto largometraje de la directora Lucile Hadzihalilovic es un perverso y enigmático cuento, con ecos al cine de Svankmajer, sobre una niña con los dientes de hielo.

DE QUÉ VA: 

Una niña vive encerrada en una casa junto a un hombre parco en palabras y emociones. La mayor peculiaridad de la pequeña es que sus dientes son de hielo, y requieren un mantenimiento constante cada vez que éste se derrite. Pronto la niña será entregada a la gente que ha pagado los servicios del hombre, que en un arrebato en una lúgubre taberna ataca con el cristal de una botella a una mujer rubia, a la que desfigura el rostro. Aunque es probable que eso ocurriese tiempo atrás, antes de que el hombre recibiese la llamada definitiva de sus superiores indicándole que ha llegado el momento de que la niña cambie de hogar.

QUIÉN ESTÁ DETRÁS:

Con "Evolution", su anterior película, con la que ya participó en la sección oficial del Festival de San Sebastián en 2015, Lucile Hadzihalilovic (cuya pareja es el también cineasta Gaspar Noé) mostró su habilidad para la creación de películas profundamente atmosféricas, en un desarrollo onírico del cine fantástico, de imágenes enigmáticas, oscuras y perturbadoras. Seis años después adapta con "Earwig" una novela del escritor Brian Catling.

QUIÉN SALE:

Probablemente el rostro más reconocible para el espectador español sea el de la actriz británica Romola Garai ("La casa de las miniaturas", "Miss Marx"), quien encarna a la mujer rubia con una devastadora cicatriz en la mejilla derecha. Paul Hilton ("Lady Macbeth") es el encargado de dar vida a Albert, el cuidador de la niña Mia.

QUÉ ES:

Imagina una versión oscura de un cuento de los hermanos Grimm dirigida por Jan Svankmajer o por Henry Selick con actores reales que podrían ser marionetas movidas por hilos.

QUÉ OFRECE:

Una lánguida paleta de colores nos sumerge en un mundo de fantasía perversa muy parecido al nuestro, en una narración que rompe las convenciones temporales y es casi el esqueleto escuálido de una historia mucho mayor de la que apenas se nos susurran al oído cuatro detalles. Uno debe dejarse llevar por sus fascinantes imágenes y su inquietante diseño de sonido, y asumir que ni el más preciso de los GPS reconocerá dónde está el norte de una película asumidamente antipática, muy en sintonía con los trabajos anteriores de su directora. 

Es probable que a muchos espectadores les falten asideros a los que agarrarse en este film en el que escasean los diálogos y las emociones, y en el que jamás tenemos claro quienes son en realidad los personajes y cuales son sus objetivos. Lo innegable es que estamos ante una película mayúscula a nivel formal, fabricada con la misma materia prima con la que se forman las pesadillas: ráfagas descontextualizadas de imágenes abrumadoras e incómodos silencios que impiden que sepamos qué demonios está ocurriendo aquí. Su visionado resulta tan fascinante y exasperante como un mal sueño del que no logramos despertar.

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