Crónica Las Palmas 2017: "Porto" recordando el amor

Autor: Álvaro Augusto

Portugal es un país que se presta bien al romanticismo y la nostalgia. Basta escuchar su expresión musical más conocida, el Fado, para saberlo. Tal vez por ello, el cineasta Gabe Klinger ambientó en ella la historia de dos extranjeros -él, estadounidense, ella, francesa- que se conocen, se enamoran y se separan en la ciudad de Oporto. Así, el director propone un juego temporal, de texturas y formatos, donde nos habla del deseo, la pasión,  el amor, pero, sobre todo, de la memoria, de cuanto puede durar en ella un romance vivido hace años. Y con esta pregunta abandonaba el público del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria la proyección, en la Sección Panorama, de "Porto", película que fue presentada en el pasado Festival de Cine de San Sebastián y que, sospechamos, perdurará aún en la memoria de muchos.

¿De que vá?

La casualidad provoca que dos personas, nacidas en diferentes continentes, Jake y Matti, se conozcan en la ciudad de Porto y tengan un apasionado y breve romance. Aunque éste termina abruptamente, el recuerdo de lo vivido les perseguirá durante años, invadiendo, incluso, lentamente, su presente.

¿Quién está detrás?

Aunque su carrera como cineasta sea, hasta la fecha, corta, y solo incluya la realización de un documental, "Double Play: James Benning and Richard Linklater", premiado en el Festival de Venecia, y una película de ficción, "Porto", lo cierto es que Gabe Klinger tiene una dilatada carrera como crítico cinematográfico, profesor de estudios sobre el séptimo arte e , incluso, comisario de exposiciones y programador. Toda una experiencia que le ha aportado un profundo y exhaustivo conocimiento sobre el mundo del cine, algo presente en el film que nos ocupa, donde el juego referencial, las constantes alusiones y homenajes a otras películas, puede ser el divertimento ideal de cualquier cinéfilo.

¿Quién sale?

Anton Yelchin es conocido para el gran público como el Pavel Chekov de las últimas películas de Star Trek, pero lo cierto es que este joven, que perdió prematuramente la vida el año pasado, demostró en "Porto", donde encarna al obsesivo e inquietante Jake, que su registro no se limitaba a lo galáctico. Arrastrando ligeramente la pierna, encorvando la espalda y hablando con la mirada levemente ausente, la composición que hace del protagonista es tan atractiva como perturbadora. Una sensación que también esta presente en el personaje de Matti, encarnado por Lucie Lucas, actriz y modelo francesa. El cineasta juega con los gestos de ambos, y, sobre todo, con sus cuerpos desnudos, para crear algunas imágenes de una plasticidad deslumbrante, de un fuerte atractivo estético, muy alejado de lo convencional.

¿Qué es?

Súmenle a "Antes del amanecer" de Richard Linklater y sus dos continuaciones, "Olvidate de mí" de Michael Gondry, "El último tango en París" y  "Blue Valentine", todo pasado por el filtro de Jim Jarmusch -por cierto, uno de los productores ejecutivos del film- y hasta de Manuel de Oliveira -aunque sólo sea porque nadie filmó Oporto como él- y tendrán "Porto"..

¿Qué ofrece?

Un apasionado romance, una reflexión sobre la naturaleza del amor, pero, sobre todo, un vibrante estudio sobre el poder de la memoria. Esa que construye y reconstruye nuestros recuerdos. Y eso es precisamente este film: una evocación, melancólica, nostálgica, de un recuerdo. El de un fortuito encuentro entre dos desconocidos. La película está dividida en tres capítulos: uno desde el punto de vista de él, el otro con el protagonismo absoluto de ella, y el tercero, con el de ambos. Con el de sus cuerpos desnudos, es decir, con el sexo. Porque todo en este corto film rebosa una fuerte sensualidad, cargada de romanticismo, que bien nos puede recordar al clásico de Bertolucci, "Último tango en París", aunque con menos violencia, con demonios más atemperados Nos recuerda a ella ver a dos desconocidos que experimentan entre ellos la fuerza contagiosa del deseo, encerrados en una casa donde apenas se ve más que una nevera sin luz y un colchón tirado en el suelo, presidiendo la estancia. Astutamente, el director va utilizando todos las texturas que nos brinda el celuloide ( desde el super 8 a los 35 milímetros), adaptando cada una de ellas a un momento concreto de la historia, según nos situemos en el presente o el pasado. El film, de una gran fuerza poética, nos sitúa así en una narración fragmentada, que vuelve a los mismos puntos, y  experimental,  que juega con los formatos para reforzar aún más, si cabe, el poder evocador que desprende, donde la propia ciudad, al final, se convierte en un personaje más. Al fin y al cabo, hablando del amor, ya lo dijo Rodrigo Fresan. "recuerda, recuérdame, recuérdanos así".



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