Crónica D’A Film Festival 2020: “La Reina de los Lagartos” Klaatu Barada Nikto
Vivimos tiempos convulsos. La supervivencia del cine español más abiertamente radical, que se nutre de propuestas que escapan a los márgenes de la industria, está en jaque. Por este motivo, resulta indiscutible esgrimir que, dentro de este excepcional D'A, la sección "Un Impulso Colectivo" cobre una importancia mayúscula. En el marco de este desafortunado contexto, la ya histórica sección del festival -en la que cada año se presenta el plantel de las piezas más llamativas del llamado "Otro Cine Español"- acoge el estreno catalán del nuevo trabajo del colectivo barcelonés Burnin' Percebes, un romance sci-fi en clave "camp" rodado en Super-8 y protagonizado por Bruna Cusí y Javier Botet. Aclamada por la crítica en el pasado Festival de Sevilla, “La Reina de los Lagartos” sacude los códigos del cine popular desde un humor esquinado en una obra que nos presenta una escueta fábula no exenta de bellas, bizarras y oportunas particularidades.
¿De qué va?
El romance veraniego entre Berta, una madre soltera y Javi, un explorador extraterrestre de visita en la tierra, toca a su fin. No obstante, la nave que debería llevar a Javi de vuelta a su planeta parece no llegar...
¿Quién está detrás?
Nando Martínez y Juan González son el cerebro detrás de Burnin’ Percebes, un colectivo muy querido por esta casa responsable de obras tan descaradas y socarronas como “Searching For Meritxell” e “Ikea 2”, películas que quiebran de forma beligerante cualquier tipo de geometría establecida dentro de las convenciones cinematográficas, aunque siempre apelando a un humor afincado en subrayar el absurdo que se oculta en lo más hondo del paradigma de la cotidianeidad.
¿Quién sale?
La pareja que atraviesa este idilio romántico en vías de extinción la forman nada más ni nada menos que unos Javier Botet -el rostro detrás de las criaturas que pueblan los universos de “It”, “[Rec]” o “Alien: Covenant”- y Bruna Cusí -“Verano 1993"- en pleno dominio de sus dotes interpretativas y apertura hacia la improvisación. Alrededor de los protagonistas irán circulando una serie de personajes encarnados por sospechosos habituales del panorama catalán como Roger Coma, Ivan Labanda, Miki Esparbé y a su vez nos toparemos con el debut de la niña que da vida a la hija de Berta, la intuitiva Margot Sánchez Bassols.
¿Qué es?
La reescritura traviesa de un variopinto conjunto de géneros remitentes del cine popular. Lo que “Sueñan los androides”, de Ion de Sosa era a "Blade Runner", “La Reina de los Lagartos” hace lo propio con la serie “V”, “Ultimátum a la Tierra” y “E.T”.
¿Qué ofrece?
En los vastos aposentos de un oscuro salón, una reina ataviada con ropajes de luto derrama lágrimas mientras asiste, desde su trono, a la invasión de las calles de Barcelona por una horda de lagartos gigantes. Aderezando la temible escena, una fanfarria de orquesta de procesión transforma el desfile reptiliano en una marcha fúnebre. Así de estimulantes se nos presentan los primeros compases del nuevo patio de recreo de los Burnin’ Percebes. Un recibidor idóneo que sirve de puente a los autores para transportarnos a un imaginativo microcosmos en el que se dan encuentro una sucesión de géneros dispares enraizados en el córtex de la memoria popular: el cine de invasiones extraterrestres, la comedia romántica e incluso un cierto aroma a cine social. En ese constante vaivén terrenal de patrimonios cinematográficos -en el que también habrá espacio para la reflexión metafílmica- se dispone, desde la guasa y el delirio, los últimos destellos de un romance con fecha de caducidad entre dos personajes psicológicamente esqueléticos y unidimensionales. El relato apela claramente a un aparato narrativo cimentado en paradojas conceptuales de calado humorístico cuya habilidad para hibridar entre el documental y la autoficción le dota de una frescura inusual, colindante con los estilemas del cine vinculado al poshumor, -con Julián Guénisson, Carlo Padial u obras primigenias de Burnin’ Percebes a la cabeza-. Ello se debe, además, por la apuesta estética “trash” y “camp” sin concesiones. Y es que en la acepción más textual de la palabra “amateur”, esta “Ultimátum a la Tierra” castiza -la irrupción de elementos contemporáneos sobre el terreno se percibe como un anacronismo intermitente- está filmada íntegramente en Super-8. Un formato radical cuyas restricciones y texturas enlodadas exacerban, paradójicamente, sus virtudes; la profundidad de campo brilla por su ausencia -de ahí la encastada plasticidad en la composición de las imágenes- mientras que los desenfoques se convierten en leitmotivs anti-climáticos. Defectos técnicos enteramente asumidos por sus cineastas que le otorgan cuerpo y solidez al magma interpretativo. Precisamente en esa dimensión histriónica es donde el desparpajo de la “La Reina de los Lagartos” saca pecho, un film que brota a partir de primeras tomas mediante la improvisación entre los actores. Sus autores tampoco se están de invitar a la hilaridad ni a la desmitificación del romance clásico con la representación de los cuerpos de sus intérpretes -una menuda Cusí se mide con el gigante Javier Botet-. Es a raíz de esos juegos aparentemente pueriles de tira y afloja que Juan y Nando construyen un hermoso epígrafe sobre las relaciones sentimentales y el bloqueo existencial. De la incapacidad de tomar decisiones y la ansiedad colectiva de ver nuestra vida pasar por delante, atributo que la acopla con una realidad social actual.
A lo sumo, toda esta mezcolanza de elementos tiene su colofón en una de las propuestas musicales más radicales que haya visto el cine español en años. Ya no solamente por su componente verbenero y festivo (que también), sino por el bizarro matrimonio que contrae con las imágenes a las que acompaña. El metraje danza al ritmo de la rimbombante partitura de una orquesta de barrio que lejos de generar una distancia para con la pieza, aporta una extraña cercanía al mundo cotidiano que proponen Burnin’ Percebes. Y es que, en última instancia, el uso de esta banda sonora remite a una cuestión latente que subyace en todo el metraje; “La Reina de los Lagartos” nos recuerda algo que nunca debemos olvidar; el séptimo arte es un lugar donde tienen lugar ritos y convenciones, sí, pero también una fiesta donde la perdurabilidad pertenece a aquellos dispuestos a abandonarse a la travesura. Gracias por devolvernos nuestra mirada más juguetona y desprejuiciada.