Crónica D’A 2020: “This is not a Burial, it’s a Resurrection” las montañas sagradas

Autor: Manel Domínguez Fuente: Filmin

Presentada en el Festival de Venecia y realizada bajo su sello particular, el cineasta lesotense Lemohang Jeremiah Mosese vuelve a su país de origen para explorar, desde el refinamiento estético, los orígenes y las nomenclaturas que envuelven a las leyendas. Laureada por la crítica internacional por su valentía indómita, “This is not a Burial, it’s a Resurrection” aterriza en el D’A para darnos a conocer los bucólicos y salvajes valles de Lesotho.

¿De qué va?

En las montañas de Lesotho, una viuda de 80 años llamada Mantoa espera impaciente el regreso de su hijo después de haber trabajado durante un tiempo en las minas del Sudáfrica, pero lo que descubre es que éste ha fallecido. Terriblemente dolorida por la noticia y con la sensación de haber perdido al único miembro con vida de su familia, decide arreglar todos los papeles y las cuentas pendientes para ser enterrada en el cementerio local. Sus planes se complican cuando descubre que los oficiales de la provincia han decidido reubicar el pueblo para inundar el área con el fin de construir una presa. Mantoa, sin embargo, opta por defender el legado espiritual de su comunidad.

¿Quién está detrás?

La mano maestra que se esconde detrás de esta fábula legendaria es la de Lemohang Jeremiah Mosese, un joven cineasta lesotense -diminuta nación montañista al sur del continente africano- establecido en Berlín. Este proyecto tan personal nace bajo el seno de la Biennale College Cinema, una plataforma de tutelaje y ayudas económicas a cineastas emergentes. Tras “Mother, I Am Suffocating. This Is My Last Film About You”, este es su segundo largometraje.

¿Quién sale?

“This is not a Burial, it’s a Resurrection” es un film cuya voluntad retratista encuentra la horma de su zapato en Mary Twala, la octogenaria protagonista de ojos apocados cuya pureza dialoga con la que Benedicta desprendía en “O que Arde”. 

 ¿Qué es?

Un cruce a medio camino entre la exaltación de las fuerzas de la naturaleza de “O que Arde” y el retrato femenino que compone Pedro Costa en “Vitalina Varela”.

¿Qué ofrece?

Flanqueado por las talludas montañas que apuntan hacia el mismísimo paraíso, el pequeño estado de Lesotho se erige como el mágico emplazamiento en el que Lemohang Jeremiah Mosese instala su película más arraigada. De buenas a primeras, “This is not a Burial, it’s a Resurrection” milita en contra de una idea de progreso que echa por tierra cualquier propiedad terrenal afincada en el espectro de lo popularmente tradicional -encarando el adjetivo desde la connotación menos reaccionaria-. Mosese hilvana el discurso político planteando el film como un radiografía comprometida y singular hacia un personaje, una octogenaria cuyo sino vital parece estar marcado a fuego por el óbito. Dictamen que, de forma intrínseca, pone en primer plano la labor de las mujeres que se encuentran en sociedades jerarquizadas por machismos de corte caciquista y paternalista. En otros puntos cardinales, tampoco es casual que su título haga referencia a la idea de resurrección debido a que en todo momento la película apunta a un renacer simbólico. Si bien es cierto que en un inicio el luto se proyecta como una ventana abierta al dolor, poco a poco se irá transformando en una fuerza renovadora que motivará la movilización interior de la anciana -calificativo que se traduce en el estático diseño de vestuario-. La nobleza de su objetivo y la incontestable experiencia le otorgan el poder suficiente para invocar un alzamiento popular contra las siluetas villanescas enfundadas en trajes amarillos que cada vez orbitan más cerca de la aldea. Población sumida en la letargia de  mentiras residuales de un progreso aparente del cual no forman parte. Por otro lado, resulta hermoso sumergirse en los compases de sosiego que propone el aparato retratista de Mosese. Cuando el autor silencia la orquesta de orfebrería visual y sonora para detenerse en el rugoso y tierno rostro de Mary Twala. Las fisuras y arrugas que pueblan el ajado cuerpo de su objeto de estudio evocan a las huellas de una tierra que ha visto desfilar ante sus ojos generaciones enteras.

Aun así, la reseña quedaría parcialmente sesgada si no incorporáramos a ella una cuestión fundamental que prevalece en todo el metraje de “This is not a Burial, it’s a Resurrection”; la apuesta por acogerse en un lenguaje esotérico preciosista aderezado por una estética apabullante. Un manojo de estilemas que reflexionan entorno al tamaño de la escala de lo legendario y que establecen una dialéctica líquida que contrapone al mito con la tangibilidad de lo real. Ya en la secuencia de apertura, cuya exuberancia plástica reminiscente del cine de Rainer Werner Fassbinder apela a la retórica poética del melodrama, se alude a la vertiente mitológica que acompaña a la fábula. Efigie filmada desde una retina etnográfica en la que reverbera una significación colorista del cine de Lav Diaz.
Para discernir estas caligrafías quiméricas encontramos cobijo en la literatura de Gabriel García Márquez. A raíz de la verbalización espiritual que yace implícita en cualquier relato, Mosese -al igual que Márquez- esgrime mediante la aparición de un cronista que esta narración alucinada solo podría tener lugar en un plano alegórico, esto es, en el arte de contar historias. De ahí surge la atención por confeccionar imágenes  artificiosas que rastrean incansablemente tanto la perdurabilidad como el impacto inmediato. Un obsesivo control artístico extremadamente calculador que se advierte en la manera clínica de filmar diálogos, enclaustrando al personaje principal en dos términos compositivos que apuntan a la disyuntiva perpetua entre el progreso y la raigambre.


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