Crónica D’A 2020: “Adam” la nueva normalidad
Probablemente la película más deliberadamente subversiva de este D’A 2020. Supone el debut en largo de Rhys Ernst, productor de la exitosa serie de televisión “Transparent”, ganadora de varios premios Emmy. “Adam” trabaja en los códigos del coming of age teenager para lanzar un alegato en favor de la diversidad sexual y la pluralidad de cuerpos injustamente llamados “no normativos”.
¿De qué va?
Adam, un adolescente difícil, llega para pasar su último verano de secundaria con su hermana mayor, quien se ha involucrado en movimientos activistas de lesbianas y transexuales de Nueva York.
¿Quién está detrás?
La carrera del productor y cineasta Rhys Ernst dio un salto cuantitativo con la serie de televisión “Transparent”, el multipremiado drama de Amazon. “Adam” es su debut en el largometraje.
¿Quién sale?
Nicholas Alexander y Margaret Qualley encabezan un vigoroso y diverso reparto cuya voluntad de visibilizar de actores de distintos colectivos LGTBQI+ -el film defiende un pluralismo libérrimo- se traduce en una frescura inusual y ante todo, política.
¿Qué es?
Vuelta de tuerca a la comedia teenager clásica de corte coming of age desde el espíritu subversivo del “New Queer Cinema”, el combativo movimiento abanderado por Gregg Araki o Bruce LaBruce.
¿Qué ofrece?
La voluminosa controversia que levanta “Adam” allá por donde pasa es directamente proporcional al atrevimiento de Rhys Ernst de abordar de las distintas problemáticas de rigurosa actualidad -aunque el film tenga lugar en el año 2006-. Ya su paso por el Festival de Sundance se vio afectado por algunas voces que clamaban una mala praxis en el rodaje. No obstante, y ya entrando de lleno en una película profundamente atravesada por la idea de lo subversivo. “Adam” reimagina los códigos de la comedia adolescente teenager reminiscente de una luminosidad apocada del cine de John Hughes o Richard Linklater para poner de manifiesto una serie de conceptos e ideas respecto a una apertura urgente de la sexualidad muy en boga en las generaciones más jóvenes. Ernst aboga por presentar un proceso iniciático del romance más clásico, canon perteneciente al boy meets girl, ubicándolo en el marco de una agresión transfóbica. Enjuicia así una mirada absolutista, un cierto deje que tiene el cine contemporáneo a la hora de señalar con el dedo lo que considera “no normativo” y de blanquear agresiones contra colectivos vulnerables.