Crónica Berlinale 2015: "El Botón de Nácar" waterworld según Patricio Guzmán
De la lejana galaxia a las profundidas del mar, pero teniendo siempre como insondable nexo en común, no solo las víctimas de Pincohet, sino el exterminio humano en toda su extensión. "El Botón de Nacar" es la segunda parte de lo que atisba, una antológica trilogía comenzada con "Nostalgia de la Luz". Ayer Berlín, fue en primicia, testigo de ello.
¿De qué va?
El océano contiene la historia de toda una humanidad. El mar sostiene todas las voces de la tierra y aquellas que provienen del espacio, mientras el agua recibe materia de las estrellas y las transmite a sus criaturas vivientes. El agua, la frontera más larga de Chile, también guarda consigo el secreto de dos misteriosos botones que fueron encontrados en sus profundidades. Chile, con sus 4.200 kilómetros de costa que conforman el archipiélago más excelso del mundo, presenta un paisaje sobrenatural. En él hay volcanes, montañas y glaciares. En él yacen las voces de los indígenas de la Patagonia, de los primeros marineros ingleses, así como de los prisioneros políticos víctimas de la dictadura de Pinochet que fueron arrojados a las profundidades del océano. Algunos afirman que el agua tiene memoria. Este film demuestra que también tiene una voz propia.
¿Quién está detrás?
Patricio Guzmán, uno de los documentalistas más comprometidos y fascinantes del momento, firmó cinco años atrás con “Nostalgia de la luz” una película totalmente inesperada, que da la vuelta al género para llevarlo hacia las cumbres de la poesía. Este film no es solamente su obra maestra, es también uno de los más bellos ensayos cinematográficos disfrutado en los últimos tiempos.
¿Qué es?
La segunda parte de una trilogía que por lo visto, atisba ser una magistral antología. Tan solo queda rematarla.
¿Qué ofrece?
“El botón de Nácar” traza un alucinante, lúcido y complejo paralelismo entre los miles de desaparecidos arrojados al mar durante la dictadura de Pinochet y el exterminio de seis etnias magallánicas al sur de Chile desde el siglo XIX, idea que Guzmán germinó mientras rodaba en el desierto de Atacama su anterior y magistral documental.
Al igual que "Nostalgia de la Luz", "El botón de Nácar" bascula sobre tres niveles impresionados uno sobre otro: la investigación antropológica, una arqueología de cimientos indianos y una memoria de la dictadura, aunque a diferencia de su magistral antecesora, pasa del inabarcable cosmos del que partía entonces, y que no era otro que la inmensidad de la galaxia, a un elemento mínimo, pero de gran poderío simbólico, metáforico, incluso metáfisico y político. Y este no es otro que un simple y minúsculo botón de Nácar. A través de hipnóticas y fascinantes imagenes de la hermosa y esplendorosa naturaleza, que mismamente ya quisiera para si todo un National Geographic, profundizando en su carácter político y antropológico a través de un discurso tan doloroso e hiriente, como revelador y profundo, Guzmán vuelve a sacar a la superficie los eternos daños irreparables provocados por la devastadora y deleznable dictadura, y lo hace zambulléndose en el agua como concepto inseparable de la vida, tomando cada una de sus gotas como un mundo aparte, como si tuviera su voz y memoria propia. Y es que, su objetivo no es otro que "devolver los cuerpos para que los muertos terminen de morir y los vivos sigan con vida" mirando el agua pero asimismo penetrando en la humanidad entera, como desgarradora señal de memoria. Que nadie lo olvide. No habrá dos sin tres, eso seguro. Maravillosa.