
Modesto trabajo con una primera parte sugerente y hasta elegante capitaneada por un carismático Sydney Lassick. El realizador, Danny Steinmann, sabe sacar partido visual del escenario principal y suministra oportunamente las pistas necesarias para crear suspense. La historia pierde fuerza cuando se descubre el origen del misterio al introducir el elemento de ternura, que diluye lo sobrenatural, ensombrece el clímax y ralentiza el ritmo con su redundancia narrativa. El desenlace, previsible, inverosímil y sin asomo de ingenio, perjudica en definitiva los aciertos iniciales.
06 octubre 2018 (Editado)