“Un día feliz”: La crisis de los refugiados desde el humor negro
El 20 de septiembre, Filmin estrenará “Un día feliz”, el tercer largometraje del director kurdo-noruego Hisham Zaman, que concursó en la Sección Oficial del Festival de Toronto. La película aborda la crisis de los refugiados desde una perspectiva personal, enfocándose en la vida de tres adolescentes que residen en un campo de refugiados en el norte de Noruega. Juntos idean un plan para escapar a través de la montaña hacia un mundo donde sus sueños puedan hacerse realidad. Sin embargo, cuando uno de ellos se enamora, el plan comienza a desmoronarse.
Zaman, nacido en el Kurdistán iraquí, vivió como refugiado desde los 10 hasta los 17 años. Su propia experiencia y el impacto de la crisis de refugiados de 2015 fueron los puntos de partida para esta historia. En “Un día feliz”, Zaman pone el foco en la problemática de los menores no acompañados: “Algunos llegan con 15 años, reciben una carta de rechazo del gobierno a los 16, tienen la oportunidad de apelar a los 17, pero el sistema espera que cumplan 18 para expulsarlos”, explica el director. Para dotar de más realismo a la narrativa, el director optó por trabajar con actores no profesionales, pidiéndoles que no interpretaran sino que fueran ellos mismos. De hecho, encontró al protagonista, Salah Qadi, en una parada de autobús mientras este hacía pellas con sus amigos.
A pesar de la complejidad y sensibilidad del tema, Zaman decide tratarlo desde el humor. La película está impregnada de humor absurdo y negro, lo que permite al espectador acercarse al lado más humano de los personajes. "Aunque es una historia dura, ya que los tres chicos se enfrentan a la deportación, ellos son como cualquier joven del mundo, viviendo cada día al máximo, con la imprudencia que viene con la juventud. La ironía es que los chicos tienen casi más miedo de cumplir 18 años que de ser expulsados de Noruega. Quería darle calidez a esta situación tan sombría", explica Zaman. Así, la película evita caer en estereotipos y nos invita a ver a los refugiados como particulares, y no como un todo homogéneo sin historias individuales.