"Últimos días en la Habana" la Cuba sin revolución

Autor: Javier Acevedo Fuente: Filmin

La radiografía de la sociedad cubana filmada por Fernando Pérez llega a los cines españoles. "Últimos días en la Habana" cautivó tanto a crítica como público en el pasado Festival de Málaga, alzándose con el galardón a Mejor Película Iberoamericana, Mejor Actriz Secundaria y el Premio del Público. Fernando Pérez triunfa de este modo con una historia en clave costumbrista sobre la realidad social de la Cuba contemporánea, en la que los relatos de vida de unos personajes sofocados por las penurias económicas y las oportunidades ausentes son retratados con un magistral acervo cinematográfico por parte del realizador cubano. No obstante, "Últimos días en la Habana" es ante todo la amistad entre Miguel, mudo de incomprensión, y Diego, sordo de dolor. 

¿De qué va?

"Últimos días en la Habana" retrata la relación de amistad entre Miguel, un hombre ahíto por la nostalgia que desea huir a Estados Unidos y cuya parquedad de palabras es equiparable al pródigo cuidado que dispensa a Diego, su amigo de la infancia, el cual yace moribundo debido al SIDA. Miguel es un hombre transido por una pena ininteligible, que respira soledad y se alimenta de los segundos que pasa aprendiendo inglés y posando su vista en la televisión, aguardando la llegada de su visado para poder dejar atrás todo. Diego es risueño, vitalista, un narrador de historias dolorosamente nostálgicas. Otras historias de vida deambulan, como la de Yusisleydis, una joven que ya no sueña, para formar una lúcida cartografía de la Cuba de la penuria revolucionaria.

¿Quién está detrás?

Fernando Pérez es uno de los grandes directores cubanos de la actualidad, y se ha convertido por méritos propios en el sucesor natural de ese genio del cine llamado Tomás Gutiérrez Alea. El realizador cubano es un humilde narrador con un inmenso conocimiento de la técnica cinematográfica y una acuciada sensibilidad por una imagen depurada, naturalista, al servicio de la alegoría expresiva en pos de condensar el humanismo dramático de sus películas. Su anterior trabajo, el documental "Suite Habana" ya destilaba esa preocupación por las micronarraciones o piezas de vida. 

¿Quién sale?

Un inconmensurable Jorge Martínez encarna a Diego impregnándole de las necesarias notas de vitalismo truncado a un personaje postrado por el dolor. Los doce kilos que perdió para el papel se traducen en un compromiso hacia su personaje, cuyos diálogos contienen relatos de una bella mundanidad Patricio Wood le da la réplica con la actitud pusilánime, cansada y críptica de Miguel, un funambulista que camina por el presente siempre mirando hacia el futuro e intentando no caer en el pasado. Y Gabriela Ramos sorprende en el apartado actoral como Yusisleydis, un torbellino de esperanzas frustradas, de demoledora sinceridad  y mirada ahogada en lágrimas guarecidas. Suyo es un monólogo final donde su mirada congela la cámara, de un pragmatismo que hiere al espectador.

¿Qué es?

Un retrato de un hondo humanismo sociológico que mezcla el espíritu de taciturna denuncia castrista de "Fresa y Chocolate", la radiografía de la Habana horadada por los balcones y jalonada por pintadas y miseria de "Memorias del subdesarrollo" y el cosmos poblado de micrrorelatos de vidas truncadas unidas por la insatisfacción de Ruizpalacios y su "Güeros". 

¿Qué ofrece?

Un retrato de la Cuba de los cubanos, de la gente corriente que se cruza día a día en su deambular por una sociedad marcada por la penuria y un espíritu donde vitalismo y drama no necesariamente son antagónicos. Fernando Pérez aporta una historia que vindica el poder de la narración, de las cápsulas de historias de vida narradas por los propios personajes. Miguel, siempre errante y receloso del pasado, encuentra en su amistad con Diego el último vínculo con una Habana donde la pobreza convive con el buen humor de los humildes. Diego ejemplifica ese optimismo vital frente a la incertidumbre de un país rico en espíritu pero pobre en la práctica. Yusisleydis ilustra a una generación que ya no alberga sueños, cuyo pragmatismo ahoga ilusiones con la misma fuerza que intenta extraer serenidad. Una ciudad en la que las historias se cuelgan en tendederos y la promiscuidad se airea en las azoteas, y que Fernando Pérez captura con un estilo tan certero como evocador. La psicología de sus personajes se trasluce en imágenes: planos dorsales para un Miguel que nunca enseña lo que ve o siente, planos frontales para una Yusisleydis que no tiene nada que esconder, planos picados para un Diego que se hunde bajo el peso de su enfermedad. El director cubano combina acertadamente el registro dramático y costumbrista con perlas de ironía en un film que le postula como creador nato de personajes e historias talladas de la realidad. "Últimos días en la Habana" es un triunfo en el que Pérez emplea un estilo audiovisual lleno de sentido y expresividad para desgranar conceptos como la amistad, la pobreza, los sueños rotos o la muerte con personajes que ilustran la tragicomedia cubana.



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