Crónica Las Palmas 2017: "Bitter Money" o el amargo sabor del progreso
China es ese país contradictorio y bicéfalo, que bascula siempre entre la modernidad y la tradición, que aunque es gobernada férreamente por el Partido Comunista, vive instalada cómodamente en un sistema de capitalismo desenfrenado. La apertura económica del país durante estos últimos años ha propiciado una devoción absoluta por el dinero. Y nadie ha registrado mejor esa obsesión que Wang Bing, cuyo documental "Bitter Money" se ha podido ver en la Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.
¿De qué trata?
Wang Bing se centra en la vida de varias personas que han recorrido el país, desde las zonas rurales a la ciudad más industrializada y productiva del este, buscando allí su oportunidad de prosperar dentro de la industria textil. Pero la atracción por el progreso pronto les condenará a una vida dura y miserable, una vida de trabajos temporales y sueldos magros. En definitiva, una sórdida y grisácea existencia en la deslumbrante urbe, con sus bolsillos vacíos, las esperanzas frustradas y los sueños rotos.
¿Quién está detrás?
Wang bing, uno de los mejores documentalistas en activo y, con toda probabilidad, el mejor cronista que tiene a día de hoy China. Despuntó con "Al oeste de los raíles", donde radiografiaba la China industrial en un trabajo que alcanzaba las nueve horas de duración. A Éste le siguieron obras como "Three Sisters", donde seguía las vidas de tres niñas que se ven volcadas a la más cruel de las supervivencias tras ser abandonadas por su madre y vivir con la prolongada ausencia del padre, o "El dinero del carbón", donde registraba minuciosamente todo lo que sucedía en la ruta del carbón que abarca desde las minas al traslado al puerto. Y siempre cámara en mano, con un estilo directo,naturalista, sin artificios, casi a la manera en que lo hacía Dziga Vértov.
¿Quién sale?
Una multitud de trabajadores chinos que son el mejor reflejo de las condiciones de vida en el gigante asiático. Desde una mujer de 25 años a la que su marido ha echado de casa, maltratado y requisado todo dinero hasta los obreros de un taller textil que deben soportar agotadoras e inhumanas jornadas laborales de 12 horas y que viven atenazados por la posibilidad del despido, angustiados por ser incapaces de salir de su miserable situación, culpándose a ellos mismos, algo que puede resumirse en las palabras que uno de ellos pronuncia mirando a cámara: "la culpa es mía por necesitar dinero". Nadie nunca estuvo más equivocado.

¿Qué es?
El más exhaustivo retrato de la China capitalista, el mejor visionado para entender el presente del gigante asiático.
¿Qué ofrece?
La más descarnada descripción, por un lado, de lo que ocurre cuando un país, tradicionalmente comunista, donde el dinero no parecía importar hace apenas unas décadas atrás, se transforma en una voraz y sedienta máquina crematística, y, por el otro, un íntimo retrato de varios personajes que se ven sometidos a la tiranía del trabajo precario y los sueldos exiguos. Y Wang Bing lo hace acercando la cámara -siempre al hombro- a sus personajes, retratando su cotidianidad, sus horas de trabajo, su vida en los talleres y en las casas en las que viven, donde se amontona la basura a la misma velocidad en que se vacían los bolsillos de sus habitantes. No hay manipulación sentimental, ni subrayados que nos indiquen lo dramático de la situación. Bing prefiere que nosotros mismos juzguemos. Y para ello, no nos da respiro, incluyendo desde las duras y desgarradoras escenas de un marido agrediendo a su frágil esposa hasta la miseria que recubre el trabajo en las fábricas. Todo, en su conjunto, nos ofrece una imagen tan desoladora como sórdida de un país que pronto, según aseguran los expertos, se convertirá en la primera potencia mundial.
